martes, diciembre 02, 2008

Dicen que una buena historia sólo lo es, si tiene un güen final.

Eso pensaba mientras escuchaba al jefe de la travesía, el Julio… trastabillar una y otra vez frente al micrófono en aquella improvisada premiación. Al principio creí que estaba bromeando, cuando se confundía con los nombres y premios o cuando llamaba al encargado de Travesía, que era el mismo…en fin. Luego me di cuenta que realmente estaba nervioso… con las piernas como tallarín cocido, cual adolescente declarándose al amor platónico de su vida.

Yo no conozco a… Don Julio, Maestro Julio, Profesor silva o cualquier otro pronombre con el cual cotidianamente llaman a aquel pequeño-gran hombre, cuando está al nivel del mar, de lunes a viernes y vestido quizás con que uniforme.

Sólo conozco “a’l julio“… el compadre de sonrisa estridente y de muchos dientes, que nos llevó desde la plaza de Talca, a las 5 de la mañana… todos con una mezcla de medios cagaos de sueño, medio nervioso-adrenalinico por no cachar en que tete te estabai metiendo y con una sensación media rara por no haber podío corretear ese viernes en la noche, por que el leso se tenia que levantar demasiao temprano.

El hombre nos animó todo el viaje en la micro, pensé en un comienzo que era por que no había tocao asiento y pa’ no aburrirse parao se lanzó al carrete, sin copete, con los cumpas de los primeros asientos, pero puta que hablaba fuerte… yo durmiendo incluso escuchaba su carcajá.

Medio payaso, medio gritón… pero na’ que ver, el socio ultragüena onda, alegre todo el tiempo. Incluso al despertarnos a las 4 y media de la mañana…si 4:30 de la madrugada del domingo!!. Les digo que no es fácil hacer reír a una manada de cuerpos machacados a esa hora. Nada de fácil!. No sé de aonde sacaba tanta pila…güeno, ahora creo que cacho. Al hombre le gusta la montaña y punto.

Le gusta andar mochila encima, caminando por cerros perdíos, alejados de los caminos transitados por la manada citadina, cerros que la mayoría vemos de lejitos, mirando por la ventana del bus, pensando…que bonito, ah?. Este hombre no. Mochila al hombro, raciones de marcha, zapatos anti-todo, ropa, carpa y un par de güenos amigos se lanza, apenas puede, a estirar las piernas en aquellos faldeos cordilleranos.

El Julio y los demás motañosos son de esa calaña, no es que la mochila les pese menos, ni que sean ultra-atletas casi biónicos (algunos si en todo caso), si no que encontraron la mano andando arriba del cerro…

Unos la encuentran en el yoga, en el arte, en la cosa religiosa, en la vocación de su oficio, etc.

Ellos… en las subidas,

Las bajadas,

El agüita del arroyo salvador, que se cruza en un momento de sed casi vital,

En aquella fresca y reponedora brisa que solo se encuentra en la cima,

En la sombra de un árbol amigo a mitad de camino,

Hasta en las raciones de marcha y la veintiúnica comida después de armar el campamento,

En el aliento agitado y las piernas tiritantes en plena subida

En el resbalón del mínimo sendero, viendo por medio segundo, la imagen de su cuerpo cayendo cerro abajo y la adrenalina recorriendo de pies a cabeza.

En el horizonte casi inmortal, acabado solamente por la curvatura terrenal

En todas y cada una de las piedras, ramas, sombras, vientos, polvo, arena, hormigas, bichos, soles, estrellas, lunas y nubes que acompañan un finde como el recién pasado.

Como dije antes… yo no conozco a “Don Julio”, el hombre quizás un poco mas tímido y caballeroso en extremo, una hormiguita obrera, como cada uno de nosotros, completando un ladrillo mas en la muralla que elegimos en algún momento. Nop, no lo conozco.

Sólo podría decir que cacho a´l Julio, al altoparlante que nos guío durante un par de días por senderos recorridos solo por quienes aman estos pedazos de tierra.. el Julio y Don Julio en cierta forma son la misma persona… y a la vez no. Don julio llega a las 8 y se vuelve a las 5, hará su trabajo con mayor o menor vocación, con mas o menos sonrisas…pero definitivamente no se levanta a las 4 y media, pa llegar a las 5 a la oficina. Ni va a trabajar con la sonrisa mas grande que la mochila.

La montaña nos dá la oportunidad de dejar los “Dones”, los “señores”, “doctores”, “profesores” y cualquier otra palabrita cortita antes de nuestro apellido, dejamos eso de lado…se agarra la mochila y sólo queda el nombre de pila y las ganas de caminarla, es lo único que basta. De ahí pa adelante cada uno sabe en que invierte los pensamientos y que sueños echa a correr entre paso y paso.

Ver al julio nervioso y no el gallito de la pasión que andaba desparramando por ahí… me dio la imagen de que a todos nos pasó lo mismo…y por eso es tan entrañable una caminata pa’l infinito, como la que hicimos… por que después del primer sudor y las primeras bocanadas de aire puro, te transformai, se calma la angustia diaria y con cada paso, parecen quedar uno atrás, todas esas cosas que tensan el cuello y el aura.

Volvemos a ser niños, viviendo cada paso, cada respiro y cada imagen se nos presenta como un mundo mágico y desconocido… travesía inalcanzable… hasta que se llega.

No se sabe que pueden hacer un pie delante de otro, hasta que se mira lo recorrido, y de verdad que es más de lo que se imagina al partir.

No es mi intención recalcar un dualidad, imaginaria por supuesto, de nuestro DT. Es sólo una ejemplificación simbólica de lo que pasa cuando estamos en el zen con la madre natura, tantas veces cambiada por concreto y ruidos maquinales.

Recién acabé de desarmar la mochila…estoy comiendo unos manís y pasas que quedaron perdíos en una bolsa semi-acabada… y les prometo que ya no están tan ricos como el ultimo bocado, con un poco de tierra quizás, que le dí arriba de un cerro que ahora solo existe la memoria colectiva, del Interreservas 2008.