jueves, abril 20, 2006

Altivez

Mientras hablabas con esa viejecita, con un poco de altivez quizás, pensé que la dulzura ve mejor de la mano de tu delantal blanco. No podría entenderlo de otra manera.
Para que te servirá la altivez?
Con ella no conseguirás si no una reacción encontrada con tu paciente, que espera en tí paciencia y una actitud de servicio. Y con esa viejita, ¿que puedes obtener con esa conducta?.
Lo mas probable es que se turbe toda, le dé miedo tu persona y se le olvide lo que iba a contarte de su hijo o de su pobre viejo, que tu acabas de dar de alta.
No querrás ser vehículo de miedo, no es cierto?
Es lo único que no deberías ser; si algún ser te temiera, mejor hubiera sido no haberte puesto el delantal blanco ni quemar tus ojos en las llamas del estudio para aliviar el dolor.
Después de un rato ví que entraste a la sala de examen, le diste una receta y salió presurosa, a pasos cortos, arrastrando esos zapatos raídos, cansados ya.
Olvidé la escena hasta algún tiempo después, en que llegó acompañada de su esposo, tan viejo como ella, rugosas las manos y con cara de niño bueno, sonriente.
Preguntaron por tí y cuando saliste te abrazaron, te besaron y te dieron un paquetito.
Se fueron tan felices como llegaron. Vinieron sólo a darte las gracias.
Te aseguro que pocas veces en la vida oíras esa palabra; pocas veces te besará tu mejilla un paciente agradecido y tal vez nunca vuelvas a derramar una lágrima, mezclada con el sabor de la alegría y la piedad como la que derramaste furtivamente esa mañana, en el pasillo del hospital, cuando abriste el paquetito y te encontraste con un huevo, el único tal vez que la gallinita de los viejos había puesto para ellos ese día.
Esta historia no la escribí yo...la leí en un libro de un médico de la Chile...no recuerdo su nombre, pero esta historía me llegó a cagar!. La encontré demasiao sincera...aparte que eso del delantal blanco me tocó, ya que como buen heladero...uso uno toos los días.